monólogo homófobo
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monólogo homófobo
Un monólogo más homofóbico que cómico
Les escribo con motivo de mi asistencia, el pasado 19 de agosto, al Auditorio del Real de la Feria de Málaga para asistir al concierto de Amaia Montero.
Previo al concierto, tuvo lugar la actuación del señor Manuel Sarria. El monólogo cómico de este señor fue transcurriendo con normalidad hasta que decidió dirigir sus comentarios, supuestamente jocosos, a los homosexuales y a las lesbianas.
Los comentarios, lejos de ser una parodia respetuosa, que es lo menos que se puede esperar en un país democrático, fueron hirientes, denigrantes y chabacanos. Tanto yo, como las personas que me acompañaban, dejamos de disfrutar de un espectáculo pagado con dinero salido directamente de las arcas municipales. Esos fondos salen del bolsillo de todos los malagueños, incluidos aquellos que son homosexuales y lesbianas, que también pagan impuestos, como todos los demás.
Lo primero que se me vino a la cabeza cuando comencé a escuchar aquella sarta de improperios, era si el concejal responsable de la organización de la Feria de Málaga, o la persona en la que haya delegado, se ha leído el guión correspondiente al monólogo que hizo este señor.
Quiero creer que no ha sido así. Se trataría de una negligencia bastante grave, pero peor aún sería que algún responsable municipal lo hubiera leído y dado su visto bueno.
Entre los muchos pensamientos que acudieron a mi mente durante aquellos desagradables momentos, minutos en los que me parecía haber regresado a la más negra y profunda España cañí, ésa que a tanta gente hizo sufrir, era la idea de que allí pudiera haber adolescentes homosexuales y lesbianas, con todos sus miedos y angustias, recibiendo aquella andanada de risas vergonzantes sobre toda una gama de estereotipos, además de la insistencia del señor Sarria acerca de que el matrimonio es entre un hombre y una mujer.
Duele pensar que se hayan sentido aún más solos de lo que ya puedan estar, que sus miedos se hayan hecho aún mayores, que se sientan mucho más rechazados de lo que se puedan sentir. Las risas de parte del público, afortunadamente no todo, duelen, pero un adulto puede reaccionar. Un adolescente no sabe cómo gestionar algo así y todo lo que hemos avanzado por la igualdad de derechos para todos los ciudadanos, esa noche pareció haber desaparecido, es como si no hubieran servido de nada todos estos años de lucha ni sirviera para nada el sufrimiento de tanta gente. Todo eso se iba con cada frase denigrante que pronunciaba este señor y con aquellas risas.
Independientemente de las creencias personales de cada uno, tanto a favor como en contra, en un espacio lúdico pagado con dinero público, este tipo de actuaciones no pueden tener lugar, pues al contribuir todos los malagueños a su financiación, el Ayuntamiento tiene la obligación de crear el entorno adecuado para que todos los ciudadanos, absolutamente todos, puedan disfrutar en igualdad de condiciones. Habría sido bastante ilustrativo para todos poder tomar el discurso de este señor y haber hecho lo mismo centrando el tema en las mujeres.
Aún recuerdo cuando a la primera mujer que se divorció en España se la insultaba con los peores adjetivos imaginables. Si se hubiera dado el mismo trato a la mujer en los chistes del señor Sarriá que a aquellas personas que no son heterosexuales, probablemente el ruido de las protestas habría sido mucho mayor y el escándalo sería mayúsculo.
En un país libre, democrático, en el que las leyes amparan a sus ciudadanos y en este caso concreto, frente a la homofobia en cualquiera de sus versiones puesto que es un delito tipificado en el código penal, sorprende que el Ayuntamiento de Málaga autorice y permita que se violen los derechos de parte de sus ciudadanos, conculcando leyes en vigor y, para colmo, con el dinero público.
Espero que el Ayuntamiento tome nota y evite en lo sucesivo lesionar los derechos de los ciudadanos que aquí viven, de forma que todos podamos convivir en esta maravillosa ciudad y nunca más nos vengan a la mente otras épocas en las que, por un motivo o por otro, algunos de nuestros conciudadanos eran humillados públicamente.
José Luis Santos Sanz
Málaga
Les escribo con motivo de mi asistencia, el pasado 19 de agosto, al Auditorio del Real de la Feria de Málaga para asistir al concierto de Amaia Montero.
Previo al concierto, tuvo lugar la actuación del señor Manuel Sarria. El monólogo cómico de este señor fue transcurriendo con normalidad hasta que decidió dirigir sus comentarios, supuestamente jocosos, a los homosexuales y a las lesbianas.
Los comentarios, lejos de ser una parodia respetuosa, que es lo menos que se puede esperar en un país democrático, fueron hirientes, denigrantes y chabacanos. Tanto yo, como las personas que me acompañaban, dejamos de disfrutar de un espectáculo pagado con dinero salido directamente de las arcas municipales. Esos fondos salen del bolsillo de todos los malagueños, incluidos aquellos que son homosexuales y lesbianas, que también pagan impuestos, como todos los demás.
Lo primero que se me vino a la cabeza cuando comencé a escuchar aquella sarta de improperios, era si el concejal responsable de la organización de la Feria de Málaga, o la persona en la que haya delegado, se ha leído el guión correspondiente al monólogo que hizo este señor.
Quiero creer que no ha sido así. Se trataría de una negligencia bastante grave, pero peor aún sería que algún responsable municipal lo hubiera leído y dado su visto bueno.
Entre los muchos pensamientos que acudieron a mi mente durante aquellos desagradables momentos, minutos en los que me parecía haber regresado a la más negra y profunda España cañí, ésa que a tanta gente hizo sufrir, era la idea de que allí pudiera haber adolescentes homosexuales y lesbianas, con todos sus miedos y angustias, recibiendo aquella andanada de risas vergonzantes sobre toda una gama de estereotipos, además de la insistencia del señor Sarria acerca de que el matrimonio es entre un hombre y una mujer.
Duele pensar que se hayan sentido aún más solos de lo que ya puedan estar, que sus miedos se hayan hecho aún mayores, que se sientan mucho más rechazados de lo que se puedan sentir. Las risas de parte del público, afortunadamente no todo, duelen, pero un adulto puede reaccionar. Un adolescente no sabe cómo gestionar algo así y todo lo que hemos avanzado por la igualdad de derechos para todos los ciudadanos, esa noche pareció haber desaparecido, es como si no hubieran servido de nada todos estos años de lucha ni sirviera para nada el sufrimiento de tanta gente. Todo eso se iba con cada frase denigrante que pronunciaba este señor y con aquellas risas.
Independientemente de las creencias personales de cada uno, tanto a favor como en contra, en un espacio lúdico pagado con dinero público, este tipo de actuaciones no pueden tener lugar, pues al contribuir todos los malagueños a su financiación, el Ayuntamiento tiene la obligación de crear el entorno adecuado para que todos los ciudadanos, absolutamente todos, puedan disfrutar en igualdad de condiciones. Habría sido bastante ilustrativo para todos poder tomar el discurso de este señor y haber hecho lo mismo centrando el tema en las mujeres.
Aún recuerdo cuando a la primera mujer que se divorció en España se la insultaba con los peores adjetivos imaginables. Si se hubiera dado el mismo trato a la mujer en los chistes del señor Sarriá que a aquellas personas que no son heterosexuales, probablemente el ruido de las protestas habría sido mucho mayor y el escándalo sería mayúsculo.
En un país libre, democrático, en el que las leyes amparan a sus ciudadanos y en este caso concreto, frente a la homofobia en cualquiera de sus versiones puesto que es un delito tipificado en el código penal, sorprende que el Ayuntamiento de Málaga autorice y permita que se violen los derechos de parte de sus ciudadanos, conculcando leyes en vigor y, para colmo, con el dinero público.
Espero que el Ayuntamiento tome nota y evite en lo sucesivo lesionar los derechos de los ciudadanos que aquí viven, de forma que todos podamos convivir en esta maravillosa ciudad y nunca más nos vengan a la mente otras épocas en las que, por un motivo o por otro, algunos de nuestros conciudadanos eran humillados públicamente.
José Luis Santos Sanz
Málaga
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